Sobre debates, superávits y déficits
Antonio Quiñones Calderón
En alguna ocasión he hecho referencia a aquel alcalde popular que, allá por los años iniciales de su partido, recibió una carta del gobernador Muñoz Marín advirtiéndole de un reciente informe del Contralor que denunciaba un déficit de algunos miles de dólares en el presupuesto municipal. El gobernador pedía al alcalde tomar las medidas de rigor para atender el informe sobre las finanzas del ayuntamiento. Raudo y veloz –seguramente sin asomo de maldad, sino con evidencia de pocas luces en su entendimiento–, el alcalde ordenó a un empleado accionar los altoparlantes para recorrer las calles del pueblo y los caminos de los barrios anunciando “la buena nueva” que le informaba el gobernador y explicando en qué obras se proponía utilizar los miles de dólares del déficit en el presupuesto municipal.

Escuchando al alcalde de Isabela, Carlos Delgado Altieri, en el reciente debate, repitiendo dos de sus principales muletillas de pasmosa oratoria –el supuesto superávit de su pequeño municipio y la “segunda transformación” de Puerto Rico–, me vino a la mente la anécdota antes narrada. ¿Qué tangencia hay entre uno y otro alcalde?
Ninguno de los dos alcaldes evidencia el entendimiento puntual respecto al buen uso de los dineros que sus ciudadanos aportan a las arcas municipales para utilizarse en la realización de obra pública y en la prestación de servicios directos al pueblo. El alcalde del déficit, seguramente que, por su incapacidad administrativa, no alcanzaba a usar sabiamente el dinero puesto a su disposición, provocando el descalabro en las finanzas del municipio. El segundo, el del “superávit”, no tiene claro para qué se imponen y recaudan impuestos municipales, y para qué se reciben fondos del gobierno insular y del federal. Se reciben para convertirlos en obras y servicios y en programas de desarrollo económico y social –en este último renglón, para ayudar a reducir el desempleo y achicar la tasa de pobreza en el municipio.
Delgado Altieri –quien, junto a Aníbal Acevedo Vilá, encabeza la papeleta del PPD para la elección general de noviembre–, alega haber cerrado los libros de sus finanzas municipales con un superávit de nada menos que $35 millones, algo que, como mínimo, suena altamente sospechoso. De entrada, ¿cómo se logra un superávit de $35 millones en un presupuesto de fondos municipales de $12,758,776 en el año fiscal 2018, que se redujo a $12,574,755 (una merma de $184,021) en el año fiscal de 2019? Sólo, distorsionando los números o atrasando la erogación obligatoria de asignaciones hasta que inicie el siguiente año fiscal (una tramposa práctica puesta en boga por algunos alcaldes).
Pero, suponiendo la veracidad del superávit que reclama Delgado Altieri, ¿por qué no haber utilizado ese dinero “de más” para, por ejemplo, ayudar a reducir la tasa de desempleo del municipio, de 10%, versus el 7.3% de julio pasado en todo Puerto Rico; o para hacer bajar el 57.2% del nivel de pobreza municipal versus el 44.9% en todo el territorio, a octubre de 2019? También, pudo usarse el llamado superávit municipal para aumentar el ingreso por persona en el municipio, de los $6,859 anuales revelado por el Censo de 2010, mucho menos que el promedio de $10,355 en todo Puerto Rico.
Eso, me parece, debería anteceder cualquier transformación de gobierno.